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viernes, 17 de noviembre de 2017

HISTORIAS DE MUJERES DE LA HISTORIA Lola Mora




LOLA MORA
Historia de una Dama que embelleció Buenos Aires y el país con sus obras.



         
  

Dolores Mora de la Vega o “Lola Mora”, como se la conoce, tuvo una vida conflictiva casi desde su nacimiento en La Candelaria, Tucumán. Hija de familia acomodada, estudió en el Colegio de Nuestra Señora del Huerto, donde se destacó en dibujo y pintura. Pero la fatalidad la golpeó muy temprano, al perder casi simultáneamente a sus padres.



            Tiempo después conoce al Profesor Santiago Falcucci, que pese a ser maestro sólo en colegios de varones, accede a darle clases. Ya para entonces Lola comienza a destacarse como dibujante y retratista. Dada su posición social traba relación con el Gobernador de Tucumán, don Benjamín Aráoz, de quien se enamora.




Aunque no se sabe con certeza si su amor fue correspondido, debe abandonar su provincia ante los rumores que se tejían sobre ambos. Viaja entonces a Buenos Aires, luego de malvender los bienes que heredara de sus padres.






            Consiguió en la capital una beca para estudiar en Italia durante dos años y partió en busca de su verdadero destino: el arte. En Italia logra conectarse con lo mejor de la aristocracia europea, ocupando lugares de privilegio, que ninguna mujer había logrado hasta ese momento.





Tenía las condiciones necesarias para llegar. Sus ansias de triunfo fueron más fuertes que las piedras que encontró en su camino y a las que con su cincel y martillo fue transformando en las más hermosas esculturas.







           






Su particular vestimenta, pantalón gauchesco, camisa, boina, pañuelo al cuello, crea un cierto misterio sobre su conducta. Lola no era una mujer modelo en una sociedad machista y conservadora como la argentina. Es en Italia, París, Viena, Rusia, donde acumula premios y reconocimientos. En todos los países donde concursó le rogaban que abandonara su ciudadanía para representarlos, pero fiel a su sangre dijo “no”, resignando trabajos y perdiendo relaciones.



           







Lola matiza el trabajo con la pasión. Sus encuentros con el escritor Gabrielle D’Annunzio son tan escandalosos que toda Europa habla de ellos.







A su regreso a Buenos Aires regala a la ciudad su mejor obra “La fuente de las nereidas”.







El gobierno sólo le reconoce el valor de los materiales y un año después le otorga un premio consuelo, como para acallar sus propias conciencias. Pero la fuente es trasladada a la costanera, porque los rumores de que en los tritones se pueden reconocer los rostros de conocidos políticos levantan una ola de pacata indignación entre la crema de la sociedad.





            Regresa a Italia donde contrae matrimonio con un hombre mucho más joven que ella, pero la felicidad le dura muy poco. Él la engaña con otras mujeres y gasta su dinero sin reparos, lo que la obliga a trabajar como una leona para recuperar algo de su fortuna.



Cansada y sola, vuelve a Buenos Aires, logrando algunos contratos importantes, pero la persigue la mala fama y el recuerdo de algunos de sus famosos amantes: Bartolomé Mitre y Julio A. Roca





Es la cara de éste último la que esculpe cuando representa a los congresales de Tucumán en un bajo relieve, y no se lo perdonan.








            Ya no consigue trabajar en la capital, por lo que vuelve definitivamente a su Tucumán natal, harta de que denigren sus obras y abandona su arte para siempre. Pero su pequeña figura comienza a verse en los ámbitos más ajenos al arte. Se dedica a osadas investigaciones tales como proyectos de urbanismo, ingeniería, técnicas cinematográficas, búsqueda de petróleo, recalando por último en el único de sus proyectos que perdura hasta hoy: El Huaytiquima o sea el famoso Tren de las Nubes.



            Durante estas andanzas pierde los restos de su fortuna y cansada y enferma deambula por las oficinas públicas, solicitando una pensión que llegará tarde en su vida, ya que nunca podrá disfrutarla. Se pierde entonces en una nebulosa de locura mientras sueña que sus esculturas lloran y pasan frío en los lugares alejados donde han sido llevadas.

Vive de la caridad de sus sobrinas hasta su partida definitiva el 7 de junio de 1936. 



            Tras su muerte se queman todas sus cartas, sus fotos, sus proyectos, lo que acrecienta la leyenda que se teje a su alrededor. Hoy rendimos homenaje a esa gran escultora que dejó su obra esparcida por todo nuestro país y Europa, manifestando que ya es hora de reivindicarla como mujer y como artista.

Obra de Lola Mora en el Monumento a la Bandera en Rosario.







                                                                      

         ANA PAZ

                                                                                          12/12/2009

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