En el año 2009 y
como primer trabajo de investigación, las Damas de la Orden fuimos
seleccionando distintas mujeres de nuestra historia para recordarlas y darnos
la posibilidad de conocer un poco más de ellas.
Recordamos aquí
el trabajo de nuestra actual Gran Dama,
Nacida en Suiza, se cría en la
provincia de San Juan y ya a los seis años, sin saber leer, roba un libro y lo
sostiene ante su carita seria, para simular una lectura que aún no comprende.
Pocos años después, escribe versos en papelitos sueltos que esconde entre sus
ropas, se duerme con una vela encendida y los versos se hacen humo, poniendo en
riesgo su personita. Alta y desgarbada, tiene sin embargo unos profundos ojos
verde azulados, espejo de su inteligencia, que atraen a los hombres, pero ella
les rehuye, presintiendo, quizás, el dolor que traerán a su vida.
Entra en la adolescencia al tiempo
que su padre, alcohólico incurable, muere dejando a la familia sin recursos. Se
mudan a Rosario, donde trabaja junto a su madre como lavacopas y costurera en
una fábrica de gorras. Decide entonces ser actriz y se engancha en una
destartalada compañía itinerante, con la que recorre buena parte del país. Al
regresar a Santa Fe comienza a estudiar magisterio, al tiempo que frecuenta los
cafés literarios de Rosario, donde traba relación con un hombre del ambiente
político y periodístico de Buenos Aires, de paso en la provincia. Él es casado,
pero ambos se enamoran sin remedio y a pesar de que Alfonsina jamás hablará de
él con nadie, sus amigos sospechan que ella no lo olvidará nunca.
Se recibe de maestra, trabaja en
una escuela rural y en 1911 llega a Buenos Aires sola, con el alma llena de
tormentas y rebeldías y un hijo en el vientre de cuyo padre no se habla. En la
capital, se emplea en una oficina y produce su primer libro de poemas, donde
escribe:
Yo soy como la loba, quebré con el rebaño y me fui a la montaña, cansada del llano, yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley.
Años después, su hijo Alejandro dirá que de niño lo acunaba el ruido de la pluma de su madre, deslizándose por el papel.
Yo soy como la loba, quebré con el rebaño y me fui a la montaña, cansada del llano, yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley.
Años después, su hijo Alejandro dirá que de niño lo acunaba el ruido de la pluma de su madre, deslizándose por el papel.
En 1922 conoce a Horacio Quiroga,
ese Rasputín de la selva misionera, famoso por sus escritos y sus jóvenes
amantes y se convierte en su nuevo amor. De él escribió: Ah, me resisto, más me
tienes toda, tú, que nunca serás del todo mío.
Al mismo tiempo
frecuenta a Leopoldo Lugones, con quien se dice tenía un pacto suicida, aunque
él se mata en 1938, un año después de que Quiroga se suicide, lo que la hace
sentir cada vez más sola.
Conoce al que será otro de sus grandes amigos, Manuel Mujica Láinez, cuando el escritor era un jovencito de diecisiete años. Contaba Manucho, años después: Era muchísimo mayor que yo y me escabullí de su casa espantado, el día que quiso besarme. Ella respondió: Solo considero a un hombre mi amigo, después de besarlo.
Alfonsina comienza a sentirse
enferma y escribe:
Noches pasadas yo tampoco podía dormir, imaginaba el mar y su helada carne verde, esponja insaciable, dispuesta a absorberme para siempre. . .
Le pide a otro compañero de ruta, Benito Quinquela Martín, que la acompañe al médico. Le descubren un cáncer del que la operan sin demora y durante el post operatorio duerme con un revólver en la mesa de luz. La idea de la muerte comienza a estar cada vez más presente.
Noches pasadas yo tampoco podía dormir, imaginaba el mar y su helada carne verde, esponja insaciable, dispuesta a absorberme para siempre. . .
Le pide a otro compañero de ruta, Benito Quinquela Martín, que la acompañe al médico. Le descubren un cáncer del que la operan sin demora y durante el post operatorio duerme con un revólver en la mesa de luz. La idea de la muerte comienza a estar cada vez más presente.
Viaja sola a Mar del Plata, donde
escribe líneas de despedida y una última reflexión sobre el mar:
El mar cambia a cada rato de pellejo y posturas, la ola traga a su víctima y huye a digerirla en sus húmedos subterráneos sin que nadie la vea.
El mar cambia a cada rato de pellejo y posturas, la ola traga a su víctima y huye a digerirla en sus húmedos subterráneos sin que nadie la vea.
Después de una noche de horror, el
25 de octubre de 1938, el alba naciente ve a una pequeña mujer de ojos verde
azulados, caminar hacia el mar, en busca de su propia leyenda, después de
escribir sus últimos versos:
Dientes de flores, cofia de rocío,
Manos de hierbas, tú, nodriza fina
Tenme prestas las sábanas terrosas
Y el edredón de musgos encardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
Una constelación; la que te guste;
Todas son buenas; bájala un poquito,
Déjame sola: oyes romper los brotes.
. .
Te acuna un pie celeste desde arriba
Y un pájaro te traza unos compases
Para que olvides. . .Gracias. Ah, un
encargo:
Si él llama nuevamente por teléfono
Le dices que no insista, que he salido. .
.
SILVIA AIMERY
12/12/2009
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy en Mar del Plata como siempre de vacaciones...y este año me detuve frente a su monumento...que triste y atormentada vida...Gracias por estas líneas sobre esta mujer argentina. Saludos a las Damas del Abanico...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Gracias por traer a Alfonsina... Les dejo una canción homenaje que le hemos preparado, en la voz de una niña... para no olvidar nunca su sensibilidad y su valentía frente a una sociedad tan machista, frente a tantos dolores interiores que debió vivir. ¡Ojalá les guste!: https://www.youtube.com/watch?v=_mvb9Qrg5vo
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