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sábado, 20 de enero de 2018

HISTORIA DE LAS CALESITAS

 Historia de las calesitas y/o carrusel recopilada de la página de la.
 Asociación Argentina  de Calesiteros y afines.

La palabra Carrusel tiene sus orígenes en el idioma italiano Garosello, y en español Carosela que significa "Primera batalla".
Así se llamaba un ejercicio de entrenamiento para combate que practicaban los turcos y los árabes allá por el año 1100, y que reforzaba la preparación de los jinetes para la batalla al atacar con espadas de madera a muñecos que representaban al enemigo. Consistía en caballos de madera suspendidos de vigas que eran soportadas por una columna central. El entrenamiento de los jinetes se centraba en apuntar con lanzas, tratando de ensartar anillos ubicados alrededor del carrusel (sortija).



La primera que llegó a Buenos Aires fue en 1860 y estaba impulsada por un caballo. Hacia 1930 llegó el motor naftero y con el tiempo los demás avances técnicos, que lograron convertirlas en una de las diversiones preferidas de la niñez.


















Las calesitas tienen caballos, autitos, avioncitos, trencitos, tazas —especie de mini calesitas con sillitas—, lanchas, perritos. Algunos caballitos son réplicas de las pinturas de Florencio Molina Campos. La mayoría de los barrios porteños tuvieron y algunos tienen aún su calesita. La denominación “calesita” es argentina. Deriva de la expresión “vamos a jugar a las calesas”. De ahí, al “calesero” y al “calesitero”, hasta llegar a la “calesita”.







 En la calesita los caballos de madera permanecen quietos, mientras que en los carruseles suben y bajan. Esta es la principal diferencia aunque se nombren indistintamente.








Las Calesitas de Buenos Aires son consideradas patrimonio cultural. La primera calesita argentina se instaló entre 1867 y 1870 en el antiguo barrio del Parque, que quedaba entre lo que hoy es el Teatro Colón y el Palacio de Tribunales, donde se encuentra actualmente la Plaza Lavalle. La misma había sido fabricada en Alemania, ya que hasta 1891 no se fabricaría una en el país. Esta primer calesita argentina fue construida por Cirilo Bourrel, Francisco Meric y un financista español apellidado De la Huerta, y fue instalada en la entonces plaza Vicente López. La empresa que habían formado se disolvió a los pocos años, y sólo De la Huerta continuó fabricándolas.
Solía vendérselas a los inmigrantes españoles con facilidades pago, para que tuvieran una fuente de trabajo apenas arribaran al país.





El primer carrusel argentino fue fabricado por la empresa Sequalino Hnos., que había sido fundada en la ciudad de Rosario, por encargo de otra empresa, la CUMA - Carruseles Ultramodernos Argentinos La Salvia. Este carrusel funcionó por primera vez en 1943, en un terreno ubicado en la intersección de la Avenida Rivadavia y la calle Hidalgo. En 1946 fue trasladada al Zoológico de Buenos Aires, donde permaneció hasta 1979 cuando fue comprada por 19 mil dólares y trasladado a un predio que posee el Club de Leones, ubicado en la localidad de Ayacucho.
Los paneles tienen tallas en relieve realizadas por el artista Antonio Rispoli, que se inspiró en las ilustraciones infantiles del dibujante Rodolfo Dan. Esas imágenes reproducen las principales escenas del cuento "Los tres chanchitos" y emocionantes pasajes circenses.


Igualmente, la estrella sigue siendo el organito motorizado La Salvia, que, a despecho de los discos láser o de los cassettes, es el único que toca la música. Fue construido por los hermanos Pascual y Vicente La Salvia, fundadores de CUMA, y posee 48 teclas y 180 tubos. Sobre la bandeja hay tres muñecos de unos 45 centímetros de altura, vestidos a
la usanza turca de antaño. El del medio, un adusto director, mueve la batuta con calculado entusiasmo, al compás de la música. 
A ambos lados lo acompañan dos modestos servidores de turbante y ropajes sencillos. Uno agita una campana y el otro aporrea un triángulo. A este se lo robaron hace unos años, pero apareció en las afueras del pueblo, tirado en una zanja. 



Sobre el piso se descubren autitos, aviones con una sola hélice y varios tríos de caballitos y leones que suben y bajan cuando gira el carrusel, con lo que se marca la principal diferencia con las calesitas, en las que los componentes son estáticos.





   Luthiers de profesión, estos hermanos fueron los pioneros en lo que sería la mayor atracción de los chicos argentinos durante muchos años: la calesita. Ya instalados en este país fabricaron los famosos organitos con música. Aprovechando estos instrumentos, Vicente y Pascual tuvieron una idea: formar una empresa para la construcción y explotación de carruseles con música de organitos. La empresa se llamó CUMA -Carruseles Ultramodernos Argentinos Lasalvia- y encaró la construcción de varias calesitas.





Las actuales calesitas de Buenos Aires, un poco más de cincuenta, están instaladas en su mayoría en parques y plazas y fueron construidas por la empresa cordobesa de los hermanos Sequalino, que construía no sólo para el país, sino también para Uruguay, Perú, Chile, Paraguay y Brasil. Cada calesita tenía un período de producción de alrededor de un mes y funcionaban con energía eléctrica, pero como también fabricaban para pueblos donde la electricidad no llegaba, algunas eran movidas por caballos. Sequalino Hnos. encargó al tallista Ríspoli la decoración de las calesitas, quien ejecutó figuras corpóreas como caballos en exposición, leones y burros.
La fábrica que supo proveer de este juego a buena parte de la región, cerró definitivamente en 1984.
La calesita de Pompeya también fue fabricada por la firma Sequalino Hnos. y se caracteriza por los notables tallados en madera de caballos y leones, por los biombos con motivos de cuentos fantásticos o escenas circenses, en cedro trabajado a mano, y la clásica música de los organitos que caracterizaron esa marca desde el comienzo.

Un relevamiento de la Dirección General de Patrimonio, para la Secretaria de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, relevó 52 calesitas en toda la capital, incluyendo aquellas que no están ubicadas en una plaza. Tras un intento de subasta pública, 26 de ellas fueron declaradas como patrimonio cultural de la ciudad para garantizar su preservación, como las de las plazas Almagro, 1º de Mayo, Irlanda, Las Heras y los parques Avellaneda y Rivadavia, entre otros espacios públicos. Fueron muchas las que cerraron: en 1959 llegó a haber más de un centenar. Si desean saber su ubicación puede consultarse el siguiente link  http://www.asociacioncalesitas.com.ar/bsas.html.



La  pera y la sortija son un invento tan argentino como la milonga y el dulce de leche.
La sortija es el  instrumento metálico insertado dentro de la pieza de madera con forma de calabaza. Es agitada por el calesitero, que se posiciona de pie abajo de la calesita en un lugar fijo; mientras los niños intentan agarrarla ya que quien consigue hacerlo, obtiene el derecho a dar una vuelta adicional en calesita de manera gratuita.


La sortija se introdujo en la calesita durante los años 30, época en la que solía encontrarse a calesiteros nómades, que armaban sus calesitas en cualquier potrero, donde permanecían un tiempo y luego se mudaban a otro sitio.
 Y no puede faltar en esta recordación de las calesitas la que tiene nuestra Plaza Mariano Boedo








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