Otra Dama de la
historia enlazada con nuestro barrio, sobrina de Mariano Boedo, en las palabras
de Mónica Keuthe quien nos dejara su
relato como un recuerdo más de su paso por nuestra Orden.
DAMASITA BOEDO
Damasita o
Dámasa Boedo nació en 1818 en la ciudad de Salta. Pertenecía a una importante y
acaudalada familia de la ciudad, su padre se llamaba José Francisco Boedo y su
tío era Mariano Joaquín Boedo
Se destacó desde pequeña por su gran belleza y afabilidad.
Dicen que era rubia y peinaba sus largos cabellos en dos bandas a los lados del
rostro, enmarcándolo. Sus ojos eran de un color glauco-celeste, orlados por
largas pestañas negras, con labios
carnosos y un cuello largo y bien plantado sobre los hombros.
Conoció al
General Lavalle entre sus 23 y 28 años, el dato varía según los historiadores,
a raíz de que él decretó el fusilamiento de su hermano Mariano Fortunato Boedo,
acusado de ser espía rosista, a quien
ella quería mucho, por lo que abogó ante el general de todas las maneras
posibles, pidiendo clemencia para su pariente, cosa que le fue negada.
Debido a
estos acontecimientos Damasita siente la necesidad de vengar la muerte de su
hermano y decide acompañar, como soldadera, al ejército de Lavalle en su
campaña a Jujuy, con la secreta esperanza de encontrar la oportunidad de matar
al general y cumplimentar así su venganza.
Como el
corazón raramente entiende de razones, ella se enamora del general y él que era
enamoradizo y afecto a las aventuras amorosas, también de ella.
Damasita
ayudaba a cuidar a los soldados heridos y velaba, vestida de soldado, ante la
tienda del comandante su descanso.
Al llegar
a Jujuy, el general avisa a las autoridades
de la ciudad de su arribo, pero éstas
huyen despavoridas hacia Bolivia, por lo que la columna de soldados debe
pernoctar en una casa de las afueras.
La mañana del 9 de
octubre de 1841, una partida del general Oribe ataca con un grupo de soldados
la casa donde está alojado Lavalle y uno de los disparos se aloja en la
garganta del general matándolo instantáneamente.
Tras la
derrota de Famaillá, un grupo de 160 leales soldados decide llevar los restos
del comandante a Bolivia, para evitar que los federales los puedan localizar.
El General
Pedernera le ofrece a Damasita una escolta para volver a Salta, a lo que ella
le responde lo siguiente:
“Señor
General, cuando una joven de mi clase pierde su honra, no puede volver jamás a
su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante y vivir y
morir como Dios me ayude”
.
Así
acompañó al triste cortejo hasta Bolivia en un muy penoso viaje, huyendo de la
persecución federal y teniendo que presenciar como los restos, que no soportaron el viaje, eran
reducidos a sus huesos. Dice la historia, que ella ayudó a llevar el cofre con
el corazón de Juan Galo de Lavalle.
Damasita permaneció en el exilio
viajando por Chuquisaca, La Paz, Sucre, Coquimbo, Lima y Guayaquil, en estos
andares se cruzó con Juana Manuela Gorriti, exiliada política salteña y como
ella se dedicó a la enseñanza de niños y jóvenes.
Acarició la idea de ingresar al convento
de las Nazarenas en Lima, dado su alto grado de religiosidad y misticismo, pero
su precaria salud no se lo permitió.
En estos
años mantuvo un romance con Guillermo Billinghurst ministro peruano, que la
llevó a vivir con él a Chile.
Tras esta
fugaz relación, volvió a Salta y paseó por las calles de la ciudad su belleza,
sus finas y caras ropas, como para demostrar a la sociedad que ella no era una
deshonrada, ni vivía como tal.
Falleció en su ciudad natal el 5 de septiembre
de 1880.
Damasita
nos muestra que a pesar de haber seguido su primer impulso de venganza, sus
sentimientos y su corazón la llevaron a ser fiel a su amor, al que acompaño con
fervor y lealtad, hasta su triste final.
MÓNICA KEUTHE
12 de diciembre 2009
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