HISTORIAS DE MUJERES DE LA HISTORIA
DELMIRA AGUSTINI
En 1886 nace en Montevideo Delmira Agustini reflexiva,
idealizadora, melancólica.
De padres sobre protectores, no fue a la escuela. Su madre la educó y sólo a los 16 años sale a estudiar francés y pintura. .
.
Fue una hija obediente y de su casa, muy del tipo de mujer
que seguramente quiso y obtuvo Enrique Job Reyes, rematador de hacienda con
quien se casa en 1913 a los 27 años de edad.
Pasaba días sin comer, como poseída por el arte. La aturdía la impaciencia por producir, por arrancar de su interior las luces y sombras que acosan a todo artista.
Un año antes de su casamiento, en 1912 el gran Rubén Darío pasa por Montevideo y se conocen. Ella, admiradora de su genio, se identifica con la fuerza y la sensualidad de su pluma.
El escribe:
“carne, celeste carne de la mujer, arcilla,
Ambrosía mas bien, oh maravilla “
Para él la mujer es su cuerpo, el amor no anda por los
dominios del alma si no de los sentidos.
Ella intercambia con él algunas cartas y él en una de ellas
le pedía “más sinceridad”…
Con Reyes ella vivió seguramente la intensidad del deseo durante su noviazgo pues no pueden surgir de la nada la profunda vivencia del deseo que transmiten algunos de sus poemas. El le recuerda en una carta cómo se opuso a poseerla cuando ella se lo pidió y cómo se opuso a que se fugaran cuando se lo propuso, llevada por la fogosidad de su temperamento.
Tal vez él, correcto, corriente, común, fue el hombre que despertó
sus sentidos pese al que parece haber sido el gran amor de su vida y que le
hizo dudar el mismo día de su boda de seguir adelante con la ceremonia:
el argentino Manuel Ugarte.
Buen mozo, viajero, seductor. Periodista, político, poeta, narrador, orador, embajador luego ante México y Nicaragua, tuvo como correligionarios a José Ingenieros y Alfredo Palacios.
En 1913, el año del casamiento de Delmira ella ya estaba enamorada de él.
El viaja por primera vez a Montevideo en ese año, llevado
por su ideario americanista y termina siendo testigo de casamiento.
En las publicaciones de Delmira hay una progresión en la
calidad poética, en la hondura de su experiencia y en las formas intensas de
decirlas. No hay antecedentes en su poesía previa y por ello podemos decir que
sus transgresiones y libertades para expresar su erotismo y la osadía de su
escritura fueron posibles por la influencia de la poética de Darío.
Manuel Ugarte la conoce al regalarle ella un libro con sus
versos. Ella se casa en Agosto de 1913. El vuelve a la Argentina y el
31 de Octubre es detenido en Buenos Aires. El 10 de Noviembre presenta su
renuncia por discrepancias con el Partido Socialista. Su perfil
antiimperialista lo lleva a participar en congresos junto a Lenín y Rosa de Luxemburgo.
El 13 de Noviembre recibe la carta de expulsión del partido.
El matrimonio de Delmira dura 2 meses. Ella regresa a su
casa materna diciendo:”no soporto tanta vulgaridad”.
El amor desesperado coincide en ella con la época
pre-marital, con el día de su casamiento, con la separación y el rápido
divorcio y los encuentros clandestinos y tal vez apasionados con Reyes, lo que
no le impide iniciar con Ugarte un sugestivo intercambio epistolar. Escribe
“Usted hizo el tormento de mi noche de bodas y de mi absurda luna de miel”.
En la relación sentimental ella toma la delantera. Envía
versos encendidos: “cura en mis labios la tremenda herida buscando un encuentro
que no se dará”
A pesar de su reticencia, él le escribe “Déjeme que me
acerque apretándola contra mi cuerpo y que ponga al fin en su boca el largo,
culpable, inextinguible primer beso que siempre nos hemos ofrecido”
Hay investigadores que censuran a Manuel Ugarte por
considerarlo apático a los ruegos de ella. Otros opinan que la falta es de Delmira
que reclama tontamente amor sin comprender la trascendente misión política que
tiene él en sus manos, A otros conmueve el valor y el arrojo que tiene Delmira
para sentir amor y reclamarlo.
Había nacido inadaptada, inadaptable, superior al ambiente
en que estaba. Tal vez habría sido infortunada en todas partes.
Cuando ella muere en manos de su esposo de 2 tiros en la
cabeza: (estaba vistiéndose, luego se suicida él), quedan dos cartas que
documentan la relación frustrada, la desesperanza y el deseo sin consumación,
nostalgia de ser tocada por unas manos, mirada por unos ojos de los que la
separaban el río, la política, la reticencia de Ugarte que parecía no
querer comprometerse.
Esa pasión no traspasó el umbral de las cartas.
Esa pasión no traspasó el umbral de las cartas.
En el sueño, su ensueño, espera, mira, desea con la tremenda
tensión que ha ido creando y atribuyendo al otro. Escribe:
“Te inclinabas a mí, supremamente
y tanto te inclinaste
que mis flores eróticas son dobles
y mi estrella es mas grande desde entonces…”
“Y cuando
te abrí los ojos como un alma, vi
que te hacías atrás y te envolvías
en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!”
Un trágico amor imposible.
ISABEL MERELLANO
Noviembre de 2009
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