LOLA
MORA
Historia de una Dama que embelleció Buenos Aires y el país con sus obras.
Dolores Mora de la Vega
o “Lola Mora”, como se la conoce, tuvo una vida conflictiva casi desde su
nacimiento en La Candelaria,
Tucumán. Hija de familia acomodada, estudió en el Colegio de Nuestra Señora del
Huerto, donde se destacó en dibujo y pintura. Pero la fatalidad la golpeó muy
temprano, al perder casi simultáneamente a sus padres.
Tiempo después conoce al Profesor
Santiago Falcucci, que pese a ser maestro sólo en colegios de varones, accede a
darle clases. Ya para entonces Lola comienza a destacarse como dibujante y
retratista. Dada su posición social traba relación con el Gobernador de
Tucumán, don Benjamín Aráoz, de quien se enamora.
Aunque no se sabe con certeza
si su amor fue correspondido, debe abandonar su provincia ante los rumores que
se tejían sobre ambos. Viaja entonces a Buenos Aires, luego de malvender los
bienes que heredara de sus padres.
Consiguió en la capital una beca
para estudiar en Italia durante dos años y partió en busca de su verdadero
destino: el arte. En Italia logra conectarse con lo mejor de la aristocracia
europea, ocupando lugares de privilegio, que ninguna mujer había logrado hasta
ese momento.
Tenía las condiciones necesarias para llegar. Sus ansias de
triunfo fueron más fuertes que las piedras que encontró en su camino y a las
que con su cincel y martillo fue transformando en las más hermosas esculturas.
Su particular vestimenta, pantalón
gauchesco, camisa, boina, pañuelo al cuello, crea un cierto misterio sobre su
conducta. Lola no era una mujer modelo en una sociedad machista y conservadora
como la argentina. Es en Italia, París, Viena, Rusia, donde acumula premios y
reconocimientos. En todos los países donde concursó le rogaban que abandonara
su ciudadanía para representarlos, pero fiel a su sangre dijo “no”, resignando
trabajos y perdiendo relaciones.
Lola matiza el trabajo con la
pasión. Sus encuentros con el escritor Gabrielle D’Annunzio son tan
escandalosos que toda Europa habla de ellos.
A su regreso a Buenos Aires regala
a la ciudad su mejor obra “La fuente de las nereidas”.
El gobierno sólo le
reconoce el valor de los materiales y un año después le otorga un premio
consuelo, como para acallar sus propias conciencias. Pero la fuente es
trasladada a la costanera, porque los rumores de que en los tritones se pueden
reconocer los rostros de conocidos políticos levantan una ola de pacata
indignación entre la crema de la sociedad.
Regresa a Italia donde contrae
matrimonio con un hombre mucho más joven que ella, pero la felicidad le dura
muy poco. Él la engaña con otras mujeres y gasta su dinero sin reparos, lo que
la obliga a trabajar como una leona para recuperar algo de su fortuna.
Cansada
y sola, vuelve a Buenos Aires, logrando algunos contratos importantes, pero la
persigue la mala fama y el recuerdo de algunos de sus famosos amantes:
Bartolomé Mitre y Julio A. Roca
Es la cara de éste último la que esculpe
cuando representa a los congresales de Tucumán en un bajo relieve, y no se lo
perdonan.
Ya no consigue trabajar en la
capital, por lo que vuelve definitivamente a su Tucumán natal, harta de que
denigren sus obras y abandona su arte para siempre. Pero su pequeña figura
comienza a verse en los ámbitos más ajenos al arte. Se dedica a osadas
investigaciones tales como proyectos de urbanismo, ingeniería, técnicas
cinematográficas, búsqueda de petróleo, recalando por último en el único de sus
proyectos que perdura hasta hoy: El Huaytiquima o sea el famoso Tren de las
Nubes.
Durante estas andanzas pierde los
restos de su fortuna y cansada y enferma deambula por las oficinas públicas,
solicitando una pensión que llegará tarde en su vida, ya que nunca podrá
disfrutarla. Se pierde entonces en una nebulosa de locura mientras sueña que
sus esculturas lloran y pasan frío en los lugares alejados donde han sido
llevadas.
Vive de la caridad de sus sobrinas hasta su partida definitiva el 7
de junio de 1936.
Tras su muerte se queman todas sus
cartas, sus fotos, sus proyectos, lo que acrecienta la leyenda que se teje a su
alrededor. Hoy rendimos homenaje a esa gran escultora que dejó su obra
esparcida por todo nuestro país y Europa, manifestando que ya es hora de
reivindicarla como mujer y como artista.
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Obra de Lola Mora en el Monumento a la Bandera en Rosario. |
ANA PAZ
12/12/2009